viernes, 27 de mayo de 2011


Si te propones conseguir algo en la vida, lucha por ello.

Todo el mundo posee una fuerza que nos permitiría enfrentarnos a casi toda clase de problemas, a casi todos nuestros miedos y dudas. Hay muchos motivos diferentes para luchar: desde luchar por tí mismo, para salir adelante, para demostrarte algo, luchar por los demás, por los derechos, por la justicia, por la persona a la que quieres… simplificando, luchar por lo que te importa. Dejemos de actuar de forma  impasible, dejemos de ser espectadores de nuestra propia vida....


Yo lo tengo claro,“prefiero equivocarme por haber intentado algo, que equivocarme de no haberlo hecho".

martes, 24 de mayo de 2011

“PARTICIPACIÓN, RESPONSABILIDAD Y ACTITUD CIVICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA”

En el mundo en el que nos hallamos inmersos en el que las relaciones son tan complejas y globalizadas se hace necesario de las agrupaciones sociales para dirimir problemas específicos; esto es, para encontrar soluciones comunes mediante acciones compartidas. Es en base a las estructuras democráticas establecidas donde se puede dar cabida a este tipo de acciones.


Una de las más famosas definiciones de la democracia fue dada por Abraham Lincoln en el S. XIX como “el Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Este concepto ya mostraba la idea del poder popular como elemento esencial de la democracia.


A lo largo de la historia, la democracia ha sido concebida como un conjunto de reglas que garantizaban la participación política de los ciudadanos, como exigencia moral y humana, como valor universal, como forma de gobierno. Es este último pensamiento el que lleva implícito la percepción de la participación popular en los asuntos públicos y en el ejercicio del poder político.


Aquí entra en juego el vocablo “PARTICIPACIÓN” (del latín participare –tomar parte-). Este término es una de las manifestaciones más claras de la libertad que es un bien que todos los ciudadanos conocemos y queremos.


Fue el político y filósofo Hans Belsen el que estableció en la década del 20 del siglo pasado que el individuo era políticamente libre cuando estaba sujeto a un ordenamiento jurídico en cuya creación hubiese participado. Lo importante del planteamiento del autor radicó en que concedió gran valor a la iniciativa popular como elemento vital para dar viabilidad al sistema.


Los conceptos de participación ciudadana y, más concretamente, de ciudadanía tienen ciertos derechos que les permiten incidir en la toma de decisiones o en la realización de determinadas políticas. La ciudadanía se convierte así en una dimensión que relaciona al Estado y la sociedad que hace posible que existan unos mínimos niveles de integración social y política en la sociedad. El objetivo, por tanto, que persigue la participación del ciudadano en los asuntos públicos es en última instancia ampliar la democracia. Sin esta dinámica participativa, sencillamente, la democracia no tendría cabida, no existiría.


No hay un camino hacia la democracia, es un obrar que tiene su fin y su valor en si misma. La democracia es el camino. Se podría decir que la participación cívica es la manera de obrar en que consiste la democracia.



Por otro lado es importante observar la relación directa existente entre representación política y participación ciudadana, de tal forma que nuestros representantes son nuestros gobernantes y solo pueden ser gobernantes si efectivamente nos representan. Por ello el papel del ciudadano es vital, es el puente que une a la representación con la participación; un puente construido, en principio, con los votos libremente expresados por el pueblo. Es aquí donde la participación ciudadana exige al mismo tiempo la aceptación previa de las reglas del juego democrático y la voluntad libre de los individuos que deciden participar: el Estado de Derecho y la libertad de los individuos.


En principio, la decisión de participar representa una compleja relación entre las razones individuales y el medio político ya que en la misma influye el entorno familiar, los grupos cercanos al individuo y, naturalmente, las motivaciones que se producen en el sistema político en su conjunto.


El autor norteamericano Léster W. Milbrath sugirió una curiosa clasificación de los ciudadanos en base a su participación o cultura cívica. Estructuraba la población en tres figuras: apáticos, espectadores y gladiadores de forma que reproducía los diversos perfiles de la sociedad en un circo romano. Esta metáfora empleada por el autor permitía relacionar los diversos roles que eligen los ciudadanos para tomar parte en la democracia. La relevancia de este planteamiento radica en que la actuación de los gladiadores carecería de sentido si no fuese por los espectadores. Aquí es donde se da el juego entre representación y participación que se resuelve en los votos: sin espectadores, los gladiadores sencillamente dejarían de existir en la democracia.


Ahora bien, las elecciones no agotan la participación ciudadana. En toda democracia que se precie debe existir un cauce continuo que asegure la opinión de los ciudadanos sobre las decisiones tomadas por el gobierno ya sea mediante referéndum, consulta popular, audiencia pública….. De esta forma se forzará a las élites a mantenerse en contacto con la población y facilitar a los ciudadanos volverse activos si así lo deciden.


Así, la idea clave de las relaciones entre participación y gobierno radica en que a los representantes políticos los votos no les concederán una autoridad limitada sino la obligación moral de ejercer el poder público en beneficio del pueblo. Con ello se genera una doble obligación: de los gobiernos hacia la sociedad que les ha otorgado el poder y de los ciudadanos hacia los valores sobre los que descansa la democracia.


Una actitud pasiva empobrece a las personas y a la comunidad, hace que no se acepten responsabilidades, nos deshumaniza. Frente a ello, con la participación, el hombre se construye poco a poco, es destino de su propio futuro



 Por último, es inevitable en este artículo hablar sobre conciencia social. El mundo no padecería conflictos sociales si todos los seres humanos actuáramos sobre la base de una ética de la responsabilidad. Por ello, los miembros de una sociedad que busca y pretende la justicia deben ser solidarios, responsables y tolerantes. Son estas las virtudes indisociables de la democracia.


Yo me pregunto, ¿Pueden estimular dichos valores la participación ciudadana? La respuesta es obvia. Sin duda no hay otro camino que reconozca, del mismo modo, la civilidad y la soberanía de los pueblos. Será en última instancia, sin lugar a dudas,  en la figura del ciudadano donde resida la clave de bóveda de la participación democrática.