lunes, 31 de diciembre de 2012

COMENZANDO UN NUEVO AÑO


Hoy torna a su fin un gran año. Si tuviese que realizar un recorrido por 2012, apuntaría que dicho año ha sido un periodo de crecimiento personal y profesional dilatado, en el que he tenido el privilegio de lograr trabajar con los mejores, con los que he podido compartir experiencias y ver plasmados proyectos e ilusiones que se han materializado en grandes resultados, fruto de una gran constancia y perseverancia.  Por ello, este año que cerramos es también  un año de agradecimientos. Entre todo lo bueno que deja el año saliente estáis todos y cada uno de vosotros. Gracias a todos los que me han acompañado y han confiado en mí a lo largo del mismo, los que anduvieron conmigo en los duros momentos de perdida personal, en aquellos otros de inmensa alegría…    

Hoy sigo trabajando, con la mirada puesta en el horizonte, sorteando cada uno de los obstáculos, tomando impulso para realizar nuevos proyectos, enfrentándolos con ilusiones renovadas. Seguimos disfrutando este año venidero con nuevos propósitos y metas a alcanzar.

Os deseo la perseverancia, el coraje y fuerza necesarios para afrontar cada uno de los retos que se os presenten este nuevo año. Aún con dificultades, no perdamos nunca el empeño y valía necesarias para lograr entre todos un porvenir mejor. Mis mejores deseos para este año que comienza. Sigamos peleando por lo que queremos y por lo que creemos.

Que el año entrante os traiga grandes momentos de felicidad!!!

FELIZ AÑO 2013

Bartolomé B.


lunes, 26 de noviembre de 2012

¿QUE NOS ESTAMOS PERDIENDO?

Un hombre se sentó en una estación de metro en Washington DC y comenzó a tocar el violín, era una fría mañana de enero. Interpretó seis piezas de Bach durante unos 45 minutos. Durante ese tiempo, ya que era hora pico, se calcula que 1.100 personas pasaron por la estación, la mayoría de ellos en su camino al trabajo.

Tres minutos pasaron, y un hombre de mediana edad se dio cuenta de que había un músico tocando. Disminuyó el paso y se detuvo por unos segundos, y luego se apresuró a cumplir con su horario.

Un minuto más tarde, el violinista recibió su primer dólar de propina: una mujer arrojó el dinero en la caja y sin parar, y siguió caminando.

Unos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escucharlo, pero el hombre miró su reloj y comenzó a caminar de nuevo. Es evidente que se le hizo tarde para el trabajo.

El que puso mayor atención fue un niño de 3 años. Su madre le apresuró, pero el chico se detuvo a mirar al violinista. Por último, la madre le empuja duro, y el niño siguió caminando, volviendo la cabeza todo el tiempo. Esta acción fue repetida por varios otros niños. Todos sus padres, sin excepción, los forzaron a seguir adelante.

En los 45 minutos que el músico tocó, sólo 6 personas se detuvieron y permanecieron por un tiempo. Alrededor del 20 le dieron dinero, pero siguió caminando a su ritmo normal. Se recaudó $ 32. Cuando terminó de tocar y el silencio se hizo cargo, nadie se dio cuenta. Nadie aplaudió, ni hubo ningún reconocimiento.

Nadie lo sabía, pero el violinista era Joshua Bell, uno de los músicos más talentosos del mundo. Él había interpretado sólo una de las piezas más complejas jamás escritas, en un violín por valor de 3,5 millones de dólares.

Dos días antes de su forma de tocar en el metro, Joshua Bell agotó en un teatro en Boston, donde los asientos tuvieron un promedio de $ 100.

Esta es una historia real. Joshua Bell tocando incógnito en la estación de metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de la gente. Las líneas generales fueron los siguientes: en un entorno común a una hora inapropiada: ¿Percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?

Una de las posibles conclusiones de esta experiencia podrían ser:

Si no tenemos un momento para detenerse y escuchar a uno de los mejores músicos del mundo tocando la mejor música jamás escrita, ¿cuántas otras cosas nos estamos perdiendo?
 
 
 
                            

jueves, 23 de febrero de 2012

REPERCUSIÓN DE LA FORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN EN EL PUESTO DE TRABAJO


Existen una serie de competencias para crecer en una organización como pueden ser el liderazgo, la adaptación a los cambios, el trabajo en equipo…. Sin embargo, no podemos restar importancia a la gestión de personas; esto es, la capacidad para fomentar el desarrollo y crecimiento profesional de sus empleados, la competencia para proporcionar feedback que permita la corrección de desvíos y el reconocimiento de aciertos así como la aptitud para la resolución de conflictos de forma efectiva. Aquí entra en juego la formación, ya que a través de ella se adquieren las destrezas necesarias para adecuarse al puesto de trabajo.


Resulta obligado formularse la siguiente cuestión para entender la importancia del aprendizaje en una organización:   ¿Cuál es el motor de cambio en las organizaciones? La respuesta es bien sencilla. Es por medio del  personal a través del cual la organización perdura en el tiempo. Por ello resulta un factor clave mejorar la gestión del empleado, de forma que se maximice la productividad para que sea más efectivo ante un mercado cambiante y dinámico como el que se nos plantea actualmente.


El trabajador  invierte su capital humano en una organización y espera recibir una contraprestación a cambio de su fuerza de trabajo. Aquí entra en juego el valor añadido que genera la formación en determinados talentos y destrezas, valor que se expresa en oportunidades de desarrollo para dilatar su capital humano mejorando así potencialmente su empleabilidad.


En caso de que la utilidad supere el importe que se atribuya al programa formativo, permitirá que con dicho excedente se genere un mayor ajuste o perfección del mismo aparte de, lo más solemne del caso, demostrar las bondades de la transposición con respecto a la situación inicial.



En un escenario con tantos vaivenes y oscilante es obligado el reciclaje en el puesto de trabajo si se quiere sobrevivir. Para ello se debe incentivar al trabajador a especializarse a través de la formación, a configurarse como un ente adaptado a los cambios estructurales, las coyunturas del mercado y las dinámicas sociales. En esencia, todas estas premisas nos llevan al concepto de “self involvement” o auto-implicación, en el que cada trabajador debe sentirse considerado y participe de la entidad a través de una cierta polivalencia en la realización de las tareas.


Si bien no es menos cierto que, para que pueda ser consumado y operativo el cambio, esta relación de mejora y estímulo en el trabajador requiere de una “mudanza” en la consideración actual de muchos empresarios, dirigentes y operarios. Para vencer las resistencias y el anquilosamiento de estos colectivos se deberá ejercer una política de refuerzo, complemento y reeducación a través de sistemas y programas de ayudas que fomenten estas iniciativas. Aquí el problema no está tanto en como tener nuevas líneas de pensamiento si no en como desprenderse de las viejas costumbres obsoletas para la época que nos toca vivir.


Ahora bien, no es cuestión baladí percatarse del hecho de que para que se produzca una formación de calidad necesariamente se deberá hacer un estudio previo, una radiografía empresarial que permita elaborar planes de formación eficaces que permitan institucionalizar el cambio.


Erik Viardot (profesor de estrategia, política de empresa y marketing) realiza una analogía entre las compañías y los imperios para explicar esta filosofía. De esta forma establece que la potencia más espectacular no es necesariamente la más eficiente ni la más duradera, de tal forma que, a lo largo de la historia, aunque haya empresas modestas, han sobrevivido a los cambios debido al éxito estratégico y a su plasticidad (en gran medida a través de la formación, creatividad e innovación) ante situaciones adversas. 


Está demostrado que se produce una relación de causalidad directa entre formación y satisfacción laboral ya que la primera afecta de forma directa al desempeño y al rendimiento laboral, ambos vinculados a la segunda.  Para ello, inherentemente a toda formación deberá existir una mejor comunicación en la que se produzca una congruencia entre los intereses del trabajador y los objetivos de la empresa. Todo con la finalidad de que la organización madure, aprenda y se implique a través de la motivación con la única pero afanosa tarea de subsistir en el tiempo, una tarea en la que la estrategia no es simplemente ganar, sino permanecer.


Solo una última cuestión que suscita el debate: Si las dinámicas sociales se van asentando y gestando en la sociedad a través de pequeñas acciones interiorizadas paulatinamente por la misma,  ¿Por qué se siguen colocando hoy día obstáculos hacia la evidente mejora que suponen los procesos de formación y reciclaje  en muchas relaciones laborales? Solo se me ocurre citar a G. Henrichs para resolver esta cuestión cuanto menos controvertida: "Quien esté esperando que ocurra algo, podría empezar por remangarse las mangas de la camisa"...